El guerrero sabe que el único camino es
el de la ética, como también sabe que todo lo que le ata a este mundo no le pertenece
a él sino al traidor que hay en él y que por eso, la guerra que nunca ganará es
la que libra constantemente contra sí mismo, porque el que está atado a una
roca no volará y el que basa su felicidad en mentiras se sentirá derrotado
cuando descubra la verdad que hay en las cosas.
Hay que ser muy fuerte para aceptar las derrotas,
para entender que el océano oscuro de la conciencia es el mar por el que todos
navegamos para acercarnos a aquello que realmente somos.
Atravesar ese mar, es un viaje que tenemos
que realizar en solitario.
El guerrero lo sabe, por eso no busca los “porqués”
sino los “para que” y cuando a su
alrededor se derrumba todo lo que le pertenece, o eso creía, sabe que todo es
una ilusión, un espejismo, porque las cosas, en realidad, solo se pertenecen a sí
mismas.
¿Qué hace entonces cuando esas cosas le son arrebatas, o se
marchan? ¿Cuando lo despojan de todo lo que tiene y lo arrojan de nuevo al mundo?.
Decimos que la vida nos engaña porque no sabemos leer en el
mapa, cuando en realidad, la vida y sus mentiras no son más que trampas...
Y a pesar de que lo sabe, el guerrero cae en ellas una y otra vez.
Cansado de caer y levantarse en este mundo de
mentiras tal vez decida que tiene que haber algo por lo que seguir luchando: un sueño breve, una luz en el fondo de la noche, una gota de rocio en las primeras flores del invierno , una canción antigua que le devuelva el recuerdo triste del rumor cansado de las olas en las playas, la aurora despuntando breve entre el fuego de alguna montaña...
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